No sé por qué se me antoja –¿o no es
un capricho sino un anhelo grande, como
órbitas oculares que se ven deslumbradas
por el misterio?- que la Navidad es, dígase
con todo el amor y respeto del mundo, una
“humorada” de Dios.
¿Quién ha dicho que
Dios es...
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No sé por qué se me antoja –¿o no es
un capricho sino un anhelo grande, como
órbitas oculares que se ven deslumbradas
por el misterio?- que la Navidad es, dígase
con todo el amor y respeto del mundo, una
“humorada” de Dios.
¿Quién ha dicho que
Dios es serio? Dios ha inventado ‘el alegría’,
como dice san Juan de la Cruz y ‘la juventud eterna’.
Para hacernos partícipes de
una y otra, plantó su tienda en una familia
de creyentes, José.
María y unos abuelos
como Dios manda, Ana y Joaquín.
Dios es
el ser agradable por antonomasia.
Por eso
al desearnos durante la Navidad, plena de
fe en el Hijo eterno del Padre eterno, un
montón de felicidades, no rehuyamos el
compromiso cristiano de hacer felices a los
demás.
Tampoco recurramos al tópico laicista, ¡felices fiestas!, sino al cristiano, ¡feliz
Navidad!, que es tanto como decirnos:
estamos contentos, dichosos y gozosos,
porque Dios no se ha privado ni siquiera de
ser hombre débil.
Aunque a su debilidad no le alcanza, ¡faltaba más!, el p
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